Este nuevo siglo será el de las megaciudades.ENTREVISTA: Jorge Olcina
Cambio climático, desastres naturales, megaciudades, falta de agua… El planeta Tierra vive amenazado y la ONU lo advierte. Una serie de ‘sabios’ trabajan en ello. El geógrafo Jorge Olcina es uno.Copio la entrevista de Granescalaadebate.com que a su vez nos remite al El Pais.
Pertenece a una nueva generación de geógrafos españoles que se consideran nietos del pionero Manuel Terán, e hijos de maestros humanistas y exploradores como Eduardo Martínez de Pisón. Los retratos de ambos cuelgan en las paredes de su despacho y tablones de la facultad.
Es un científico moderno con un blog al día, en el que cuenta que “ha nacido en medio de una inundación”; “le encanta mirar a las nubes y disfruta con las tardes de tormenta”, y que no hay nada más bonito “que una puesta de sol en una tarde de cirros”.La ONU ha declarado 2008 Año Internacional del Planeta Tierra para concienciar a la sociedad de la relación entre humanidad y planeta, e intentar que los actuales conocimientos científicos se aprovechen mejor por ciudadanos y políticos. Para ello, una pléyade de científicos y expertos trabajarán durante 2008 en todo el mundo para dar a conocer un decálogo de temas que afectan de modo esencial a nuestras vidas, como son, entre otros: aguas subterráneas, clima, peligros naturales –inundaciones, terremotos, tsunamis, sequías– o megaciudades.
Olcina forma parte del comité español de sabios que intentarán concienciarnos de lo que se nos avecina. Su experiencia la volcará en las megaciudades, esos grandes monstruos urbanos de más de ocho millones de habitantes que avanzan implacables en el planeta. Tanto, que en 2008 se ha producido un hecho histórico en la Tierra: por primera vez la cantidad de seres humanos que vive en las ciudades ha superado a la población rural. Más de 3.300 millones de personas habitan en espacios urbanos. Y la ONU advierte: “El desarrollo de las ciudades más importantes del planeta no puede ser infinito. Son enormes sumideros de recursos hídricos, energéticos y de materiales de construcción”. En estos momentos hay 65 megaciudades en el mundo con cerca de 700 millones de personas.
Las megaciudades avanzan imparables, ¿estamos condenados a vivir en esos grandes monstruos? El mundo habitado es hoy en día esencialmente urbano, la vida en la Tierra es vida en las ciudades y va a serlo mucho más en el futuro. El nuevo siglo será el de las megaciudades, va a proporcionarnos la consolidación de las grandes capitales del mundo globalizado, las llamadas megaciudades, megalópolis o ciudades globales. Y ahí juegan en gran medida los países emergentes. China y la India han crecido mucho poblacionalmente y lo han hecho en ciudades. Son megaciudades, si nos atenemos a la cifra de ocho millones de habitantes que fija Naciones Unidas (otros marcan cinco millones, y algunos, diez), que antes eran europeas y ahora son tercermundistas.
Hoy, de las europeas, sólo París, Londres y Moscú figuran entre las 25 megaciudades más pobladas del mundo. Han sido desbancadas por ciudades asiáticas o africanas. ¿Eso es bueno o malo en la sociedad global? Para la racionalidad de la ordenación del territorio es bueno, hay que conseguir un equilibrio territorial, la propia estrategia europea del territorio dice que no hay que concentrarlo todo en grandes núcleos. En países menos avanzados eso es muy difícil, la gran capital sigue creciendo porque la gente emigra a ella para tener mayores oportunidades de empleo o alimentación. En estos países es un proceso sin fin, seguirán creciendo ilimitadamente porque no tienen siquiera legislación para hacer planes urbanos, con lo que conllevan de servicios que hay que dotar, sanitarios, abastecimientos… Lo ideal serían ciudades concentradas y de tamaño medio, de millón o millón y medio de personas, que puedan gobernarse.
El Observatorio Europeo de Ordenación del Territorio, al hablar de ciudades protagonistas europeas en las próximas décadas, cita a Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Sevilla y Palma de Mallorca. Algunas ya tienen los inconvenientes de las megaciudades, malos transportes, atascos, contaminación… Parece que nos encaminamos a ese modelo. Estamos en un momento decisivo, o cumplimos los principios racionales de ordenación del territorio que nos marca la estrategia territorial, y las grandes ciudades podrán seguir creciendo pero no desorbitadamente, o, si no, es verdad que algunas ciudades crecerán ilimitadamente. Pienso en Madrid y Barcelona, que van incorporando municipios de tercera o cuarta ronda al área metropolitana. Estos próximos años van a ser importantes, y no he visto en los programas políticos ninguna estrategia de ciudad. Es verdad que puede entrar más en los programas municipales o autonómicos, pero los partidos deberían plantear algunos principios básicos de por dónde quieren que vaya el territorio español en cuestión de ordenación, si apostamos por diversificar y por núcleos más pequeños, por diversificar redes de transporte… En la planificación del Observatorio Europeo, la mega se entiende también como la ciudad que puede organizar un área regional, que tiene capacidad de decisión, implantación económica, y no tanto porque crezca o supere un nivel determinado de población. Son ciudades incorporadas a la economía global.
Las llamadas ciudades globales, con grandes edificios representativos, centros financieros, telecomunicaciones, transportes y ocio… Las megaciudades son espacios de atracción, de relación de multiculturalidad y también de contradicción. Todos los mundos están reunidos en ellas: las oficinas de las multinacionales que compiten en edificios emblemáticos, los barrios residenciales de lujo, las viviendas de los asalariados que repiten modelos arquitectónicos creando banalidad urbanística, y la pobreza más absoluta, el chabolismo más degradado. Europa, más que apostar por grandes ciudades, que ya existen y van a estar ahí, quiere apostar por los grandes ejes de desarrollo, y en España tenemos dos muy claros, el Atlántico y el Mediterráneo. No hace falta crecer mucho, sino estar bien incorporados a un sistema de distribución de la actividad económica, cultural o del conocimiento. Eso es importante y es la estrategia europea. Y yo la defiendo porque es el único documento en el mundo que intenta aplicar a la ordenación territorial los principios de sostenibilidad. Ninguna otra región ha apostado por ello. Otra cosa es que luego los países se lo crean o no, y hay mucho camino por hacer.
Dígame dos elementos vitales a aplicar en la desastrosa ordenación del territorio español. Lo primero, un conocimiento preciso del medio físico en toda la planificación, que hasta ahora no se ha tenido en cuenta. Surgen problemas relacionados con peligrosidad o riesgos, con abastecimientos de agua, porque si no conocemos el medio físico, de nada va servir crear polígonos industriales porque no vamos a tener agua para abastecerlos… Segundo, participación ciudadana. La ordenación del territorio en España, hasta ahora, se ha hecho muy desde arriba, sin contar con la ciudadanía, y creo que eso es un error. Quizás es un poco fuerte decir que los planes de ordenación urbana habría que aprobarlos por referéndum. No sé si hay que llegar a tanto, pero es fundamental que tengan un nivel de consenso muy amplio dentro del municipio, y no se ha hecho. El político entiende que una vez elegido como representante tiene potestad para hacer lo que quiere, y no, porque en el territorio no se pueden imponer o aplicar medidas que en el futuro, cuando ya no estemos aquí, vayan a tener efectos.
¿Ve diferencias en la ordenación del territorio que hacen los partidos de izquierdas o de derechas cuando están en el poder? A nivel municipal no hay muchas diferencias porque encuentras desmanes de tipo territorial en ayuntamientos de todos los signos. En la visión de las grandes políticas que el Estado puede ir imponiendo desde arriba sí las hay. Para mí, la Ley del Suelo de 2007 es importante. Que ahora todos los desarrollos urbanísticos tengan que incorporar un informe de sostenibilidad o mapas de riesgo son medidas muy importantes. Queramos o no, es otra filosofía. No es lo mismo planificar desde la izquierda que desde la derecha. Y la participación tendría que ser mucho más amplia y acorde con los actuales medios de difusión. Nos falta cultura del territorio, aplicar más democracia a la ordenación del territorio.
¿Apuesta por ayuntamientos tipo Porto Alegre (Brasil) con una participación directa de los ciudadanos en las decisiones municipales? Por supuesto. Pienso que no nos hemos creído que la democracia es el sistema político más difícil de llevar adelante, es el que requiere más consenso, no se pueden imponer las cosas. ¿Por qué falló el Plan Hidrológico?, porque se llevó sin consenso. Los ciudadanos estamos muy acostumbrados a que todo nos venga dado, y esto no puede ser. El proceso de ordenación del territorio de las próximas décadas necesita políticos capaces, que tomen decisiones a corto plazo, y ciudadanos responsables que exijan a esos políticos.
Dice que las megaciudades van a ser las protagonistas de la organización económica, social y cultural del siglo XXI. ¿Qué pasará con las ciudades pequeñas o de tipo medio, mucho más humanas? ¿Van a convertirse en recuerdos históricos, en el paraíso de los ricos, o en los guetos de los pobres? Está claro que no todas las ciudades van a poder tomar decisiones, cada una tiene que cumplir su papel. Hay que ser conscientes de que hay ciudades que van a ser de segunda o tercera línea, pero tienen que aprovechar lo bueno de la dinámica que han llevado hasta hoy. Si son ciudades culturales o turísticas, pues aprovecharlo, seguir apostando por eso. Lo que las ciudades más pequeñas no deben es perder el tren con las ciudades de decisión.
¿Cuál es su ciudad favorita, dónde se perdería? En Florencia, si hablamos de una ciudad europea, y en Vitoria o Gerona, en España. Mi ciudad ideal es la que no tiene grandes estridencias urbanísticas, con muchas zonas verdes y con un máximo de 300.000 a 400.000 habitantes. Una ciudad a la medida del hombre y con mar, porque para mí el contacto con el mar es importante. Pero en los últimos años, en las ciudades del Mediterráneo ha habido una depredación del territorio, hay que decirlo.
Hay expertos que defienden la vuelta a las ciudades compactas verticales como más sostenibles, y así son las nuevas ‘megas’ chinas, ¿qué opina? Ambientalmente son ciudades más eficaces, es verdad. Por ejemplo, se pierde mucho menos agua por la red de agua potable en una ciudad compacta que en una dispersa. Y la organización de recogida de residuos o el alumbrado siempre es más eficaz llevarlos desde una ciudad compacta. La ley de desarrollo urbano de la Comunidad de Valencia apuesta por ese modelo en uno de sus artículos.
No me diga que veremos surgir nuevos Benidorm… Yo, el modelo Benidorm me lo creo, en el sentido de que cuando se diseñó, en los años cincuenta, ya se hizo para esa función y ha sido coherente con su planificación. Visualmente nos puede parecer impactante, pero cumple su función, es una ciudad turística que funciona, es un área concentrada y tiene organizado todo su funcionamiento para ese modelo. Creo que tampoco es cosa de imponer un modelo u otro, anillos dispersos o concentración. De hecho, las megaciudades están organizadas así.
Naciones Unidas anuncia un Instituto de Ciencias de la Tierra que estudiará el desarrollo de ciudades subterráneas. ¿Es que vamos a pasar de hablar de ciudades sostenibles, y más atractivas para el hombre, a hablar de meternos bajo tierra? Dan ganas de borrarse de su Año del Planeta Tierra… Hay antecedentes, los famosos malls comerciales, que están así… No me parece una medida de las que haya que poner en práctica en los próximos años, ni una línea atractiva. Puede ser una línea de trabajo para zonas de climas extremados, pero donde podamos aprovechar la luz del sol hay que aprovecharla.
¿Qué opina de esa ciudad del juego, tipo Las Vegas, que quieren levantar en medio del desierto de los Monegros? Creo que toda actuación que desborde la racionalidad territorial está mal planteada. Claro que los Monegros tienen que desarrollarse, pero se puede pensar en planes turísticos o de ocio mucho más moderados. Desarrollos tan enormes no son normales. Nos quejamos del modelo Costa del Sol o Costa Blanca, ¿y queremos importarlo al interior? Las Vegas hay una, y funciona, pero no queramos trasladar Las Vegas a la península Ibérica, a los Monegros, donde no tenemos esa cultura, me parece algo irracional. Pero, llegado el caso, ya veremos si eso pasa un informe de sostenibilidad o de impacto ambiental.
La ONU dice que hay poca sensibilidad de los políticos para adoptar, de acuerdo con los conocimientos científicos, medidas en relación con lo que está pasando en el planeta. En la reciente campaña electoral ha habido escasas alusiones al cambio climático o a las energías renovables, y la ordenación del territorio ni se tocó. ¿Cómo lo ve? Me parece mal, claro, pero en el fondo, los políticos tienen todas estas cuestiones del medio ambiente en segundo plano. La ordenación del territorio es una de las cosas más difíciles de hacer, que necesitan más consenso social, y que peor se han entendido en nuestro país. El cambio climático, por ejemplo, no lo tenemos integrado hasta ahora en nuestras políticas del territorio. No se puede hablar de trasvases o desalaciones cuando el modelo territorial va por su cuenta, y así lo percibe el ciudadano. Es necesario que todo este más regulado. Es penoso que las cuestiones ambientales terminen convirtiéndose en un arma política, porque son fundamentales dentro del debate científico y tienen consecuencias importantes para la sociedad.
Usted no es negacionista, pero sí escéptico con el cambio climático. Ha sido muy crítico con activismos como el de Al Gore, ha hablado de “tremendismo mediático” y de que se ha impuesto un mensaje único… Creo que con el cambio climático hay un problema de comunicación, se ha apostado por un mensaje a veces excesivamente catastrofista de lo que va a pasar, y es uno de los problemas fundamentales de la humanidad para el siglo XXI. Hay que transmitirlo con tranquilidad, explicando a la gente todo lo que se mueve en su entorno y dando un mensaje de que hay posibilidad de solucionar, o al menos mitigar, los efectos previstos. Si lanzamos un mensaje excesivamente catastrófico, la gente se cansa, porque el cambio climático no se manifiesta de hoy para mañana, y al final, como no se ve… Es lo que ocurrió con la desertización cuando los titulares decían “llega el desierto”, “el desierto invade España”, y no lo hemos visto. Incluso los últimos inventarios forestales hablan de una recuperación de la vegetación… La gente empieza a desoír esos mensajes. Me preocupa mucho el tema y pienso que debemos transmitir el mensaje sin catastrofismos.
Sin embargo, ahora vemos el cambio climático en todo… Es que la investigación científica seria empieza a confirmar hechos y eso es fundamental. Las dos próximas décadas serán decisivas para validar la hipótesis del cambio climático. Si es verdad, como se afirma, que en la península Ibérica se van a extremar los peligros climáticos, lo iremos viendo, de momento hay algunos indicios, pero todavía no es evidente.
¿La escasez de lluvia, las fuertes sequías, son indicios? Hasta ahora, las sequías o inundaciones que tenemos en España son iguales a las que hemos tenido a lo largo de la historia. Es verdad que a partir de los años ochenta se muestra un carácter un poquito más anormal de la dinámica atmosférica, pero no presenta tintes dramáticos.
Usted, que nació en una inundación, lo debe de saber bien… Así es, en Alicante, el 8 de octubre del 1966, y mire el gráfico del tiempo de ese día, es una gota fría…
Explíqueles a los políticos, por favor, que el agua de los ríos que se va al mar no se pierde, falacia que repiten a voz en grito.
Hay que tener claro que los ríos tienen su funcionamiento, nacimiento, madurez y desembocadura, y efectivamente, el agua de un río que va al mar es fundamental para alimentar los ecosistemas marinos. Los sedimentos que llevan los ríos son esenciales para alimentar los sistemas dunares de playa. Además, esas aguas que van al mar, después se vuelven a evaporar en el sistema atmosférico, vuelven a formar nubes, vuelve a llover, el agua va a los ríos… Estamos en un ciclo continuo donde nada se pierde, nada. Hablar de la naturaleza como algo que se pierde es una concepción errónea, lo que hay que entender es el funcionamiento de la dinámica de un río. El problema es que elementos básicos de la naturaleza, como el agua o el aire, se están utilizando como arma política y eso es lo peor que podría ocurrir. Cuando dicen que un río que se desborda, como el Ebro la temporada pasada, pierde ese agua que podría llevarse a sitios donde se necesita, es que no saben lo que dicen. Ese río se tiene que desbordar, y esos sedimentos sirven para favorecer la dinámica natural. Son barbaridades que no pueden decirse.
En 1994 publicó un libro sobre los riesgos climáticos en España. ¿Han aumentado desde entonces? La población ha crecido y tenemos más gente expuesta a situaciones de riesgo, como lluvias fuertes o sequías. Las pérdidas económicas son mayores y, en ocasiones, se pierden más vidas humanas por no haber considerado el medio físico en la ordenación del territorio.
Para ser un geógrafo, no se ha movido demasiado de su tierra natal, parece que las exploraciones no son lo suyo… Reconozco que me tienta más el mundo de la universidad que el de las exploraciones, aunque el trabajo de campo es esencial en la geografía. Cuando elegí carrera pensé sobre todo en la enseñanza, por encima de todo. Y me considero un privilegiado del sistema.
Fuente: El Pais.com. por Malen Aznarez
Desde GrandScaladebate.com