Cómo funciona el aprendizaje social. Redes neuronales sociales
por Eduard Punset
Ya sabíamos que el alma está en el cerebro, pero ahora podemos contemplar todo el proceso molecular mediante el cual el pasado y el futuro convergen; de qué manera el alma germinal enraizada en la materia cerebral y la memoria fabrican nuevas percepciones sobre las que emerge el futuro. Es sencillo y aterrador a la vez.
Cada vez que un estímulo exterior reta a la mente, se dispara un proceso instantáneo y desenfrenado( Células gliales (más pequeñas y ovaladas) y neuronas (más grandes y filamentosas) del hipocampo, parte del cerebro involucrada en la formación de la memoria. (Imagen: Jean Livet, Univ. de Harvard) –Ver articulo en Technology Review –de búsqueda en los archivos de la memoria; se trata de situarlo en su debido contexto y hurgar en su verdadero sentido. La respuesta no se hace esperar y sólo existen dos opciones: el estímulo llegado del universo exterior deja a la mente indiferente o, por el contrario, desata una emoción impregnada de amor y curiosidad (para disfrutar más y mejor). Son los dos componentes básicos de la creatividad, de la capacidad de los humanos para pergeñar algo nuevo partiendo de su entramado biológico.
La ciencia está poniendo de manifiesto que, por lo menos al comienzo de cualquier proceso mental, sólo el pasado cuenta, incluso cuando se ha iniciado el proceso de innovación modelador del futuro. A partir de este momento se pone en marcha un proceso, aparentemente más afín a la alquimia que a la ciencia, gracias al estallido de la inteligencia social.
La capacidad de imitación instrumentada por las llamadas “neuronas espejo“, que aprendimos a descifrar en los sistemas de percepción de los primates, interactúa con el conocimiento acumulado de la propia especie, tal vez también de otras, y, en todos los casos, de un archivo bien pertrechado de recuerdos y huellas de emociones propias. Se trata de la explosión súbita del pensamiento nuevo. De lo que distingue a una especie creativa de otras que no lo son tanto.
Hasta hace muy poco tiempo desconocíamos un mecanismo fundamental del proceso del conocimiento nuevo: no había indicios que pudieran sugerir cómo una parte de la memoria a corto plazo podía transformarse en memoria a largo plazo. ¿Cuáles eran los componentes concretos y los mecanismos precisos gracias a los cuales se podía imprimir durabilidad a determinados recuerdos? Ahora sabemos que esta capacidad para aprender, para archivar en la memoria a largo plazo, está vinculada al funcionamiento de determinada proteínas cerebrales activadas por prácticas de aprendizaje.
Son los componentes precisos de esos mecanismos de durabilidad del recuerdo los que están en la base del aprendizaje en la etapa maternal primero, en la fase escolar después y en la vida del adulto, finalmente. Es cierto, las raíces están en el pasado, pero al pasado hay que fustigarlo desde el exterior para transformarlo en futuro y de ahí ha surgido el segundo gran descubrimiento del proceso molecular, seguido por la creatividad y la innovación.
Hasta hace muy poco tiempo sólo teníamos la intuición expresada por algunos grandes científicos de que para que se esfumaran de la faz de la Tierra los prejuicios que impedían los avances del conocimiento, era indispensable que desaparecieran, que se extinguieran las vidas de los portadores de aquellos prejuicios y conocimientos. Ahora sabemos por qué. La transferencia del conocimiento nuevo requiere materia cerebral, actividad mental, alma, pasado, memoria, pero, sobre todo, nuevas maneras de mirar las cosas y los temas antiguos. Cuando las nuevas generaciones fallan en ese cometido, resulta estéril la desaparición de las generaciones que las precedieron.